Han
transcurrido, poco más de cuatro décadas desde que la
oficialización del quechua se dio en el país por Ley 21156. La tan esperada ley
estipulaba entre sus considerandos reconocer al quechua como legado ancestral
de la cultura peruana y que desde entonces el deber del estado no sería sino
preservarlo por ser medio natural de comunicación de gran parte de habitantes
en el país; y que además serviría como instrumento de unificación nacional. Lo
que a partir de 1976 su enseñanza sería obligatoria en todos los niveles de
educación de la República.
En pleno siglo
XXI nos preguntamos ¿Si se cumplió tal cometido? A nuestro modo de ver, ocurrió
y ocurre sólo a nivel meramente declarativo, excepto los Proyectos Pioneros de
Educación Bilingüe Intercultural impulsados con anterioridad por instituciones
no necesariamente gubernamentales en nuestra región.
Por cierto,
este hecho trascendental para los intereses de una vasta población
quechuahablante monolingüe o bilingüe con grado de dominio (incipiente,
subordinado o coordinado). Obligó al gobierno de turno a firmar y establecer
convenios con Fundaciones y Cooperaciones Extranjeras con el propósito de que
éstas continúen con mayor énfasis la aplicación de los Proyectos EBI;
utilizando las lenguas vernáculas oficializadas llámense éstas: quechua, aimara
o las lenguas amazónicas en los fines de la reformada educación peruana de
entonces.
Es claro,
pues, que con todos estos antecedentes el quechua debería gozar, actualmente,
del magnífico estatus de lengua oficial al igual que el español y como tal de
las prerrogativas que confiere el sistema para su uso en la educación.
Tal vez, en
ese contexto, siga siendo necesario continuar exponiendo los fundamentos acerca
de las bondades que desde distintos puntos de vista ofrece la lengua quechua para
llevar adelante una educación contextualizada y pertinente acorde con las
necesidades de las poblaciones marginadas.
Inés
Pozzi-Escot, por ejemplo, refiriéndose a la importancia del quechua dice: “Es
la primera lengua vernácula en importancia y en número de hablantes en el
territorio peruano”. Del mismo modo, asevera: “no existe mayor ni mejor
quechua, sino más bien; todas las variedades tienen el mismo valor y son
igualmente eficaces como medio de comunicación”.
De otro lado,
Hurtado de Mendoza Santander, abordando las funciones que el quechua desempeña
en el plano de la educación informal; asegura que éste es un instrumento de
transmisión de los valores ancestrales y del anclaje de la identidad cultural;
lengua que identifica a las poblaciones vernáculohablantes sometidos política y
socialmente por otro grupo de habla diferente, si en términos diglósicos
hablamos.
No obstante,
las constantes olas de discriminación sociolingüística a las que se destina a
esta lengua y a sus hablantes; la UNESCO, recomienda su uso y la propone como
motivo para la Educación Intercultural Bilingüe.
Utta Von
Gleich, desde la perspectiva psicopedagógica plantea que la lengua quechua para
el vernáculohablante se constituye en el medio natural de expresión; asimismo
tiene para él un alto valor emocional, además que es el medio de integración a
su cultura y a su comunidad, Por otro lado, a través de ella, el niño aprende a
pensar, a plantear y proponer problemas, a expresar sus emociones y fantasías a
recibir y proponer instrucciones y normas, a interiorizarse con los valores de
su comunidad, a conocer su historia y a apropiarse de los saberes científicos.
En la
sociedad, es el medio de identificación con los miembros de su comunidad de
origen, lo que da lugar a que el educando quechuahablante aprenda más rápido a
través de su lengua materna que a través de una lengua que no le es familiar.
En ese
entender, todos los especialistas en el campo de la psicopedagogía bilingüe
coinciden en señalar que la enseñanza y la educación sólo pueden tener éxito si
se garantiza el entendimiento entre alumnos y maestros. Debido a que este
entendimiento se realiza esencialmente a través de la lengua como medio y que
no hay ninguna razón para dudar de que la mejor garantía para el éxito de la
actividad educativa; es el emplear como medio de comprensión de los contenidos
curriculares la lengua que el niño domina mejor al ingresar a la escuela.
Todo este
cometido, llevará a que el educando desarrolle adecuadamente los vínculos
específicos para el aprendizaje de la segunda lengua (L2) y que no se produzca
en él perturbaciones psicológicas.
En
consecuencia, tomando como puntos de referencia la recomendación de la UNESCO y
la consiguiente oficialización del quechua dentro del sistema educativo peruano;
en adelante, el propósito incidirá en perfilar nuestro punto de vista hacia el
uso eficaz del quechua en el marco de una Educación Intercultural Bilingüe EIB;
partiendo de un principio fundamental que sugiere la continua utilización del
mismo como lengua instrumental de la educación intercultural a todo nivel. Una
educación que esté centrada en atender las necesidades de las poblaciones
quechuahablantes lingüísticamente despreciadas y socialmente discriminadas del
país.
Tal vez, a
esta vasta población la única forma de ofrecerles la oportunidad de
reivindicarse política y socialmente, es su derecho a acceder al sistema
educativo formal en igualdad de condiciones, pues, desde la perspectiva
democrática: respetar y desarrollar la lengua materna de éstos en la educación
constituye un efecto de por sí positivo. Al mismo tiempo, que también será de
utilidad acceder al dominio del español en condiciones de absoluta equidad;
procurando alcanzar la práctica de un bilingüismo aditivo que le permita ser
parte de las soluciones de los grandes problemas nacionales dentro de la gran
aldea global.
En todo caso,
concientizar al país en el sentido de revalorar nuestro legado cultural a
través de la educación debe seguir siendo un imperativo que nos toque
desarrollar a todos a quienes de manera directa o indirecta tenemos que ver con
la educación.
Una educación
que despierte la conspicua voluntad nacional de concebir un tipo de educación
de doble y múltiple sentido a la vez, educación en la que todos aprendamos a
respetar a todos y también aprendamos de todos. Sin que esto nos haga olvidar
que es tarea urgente y prioritaria replantear los lineamientos de nuestro
sistema educativo en una práctica que nos haga más tolerantes, más abiertos,
más atentos también a procurar condiciones para un diálogo plural y auténtico,
no encubridor de reducidas jerarquías ocultas, sino promotora de grandes tareas
educativas.
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